Arrancaba 2016 en este blog mostrando el compromiso de los socialistas vascos con el diálogo y el acuerdo entre diferentes, mientras otros lo estrenaban llevando un bebé al Congreso. Empezaba el año entre la indolencia de quien había tenido más votos en las elecciones, mientras otros proponíamos construir un proyecto de soluciones para los ciudadanos. Acaba 2016 y los socialistas vascos hemos hecho lo que estaba en nuestra mano: ofrecer respuestas desde el diálogo y el acuerdo. Ha sido convulso. Ha sido difícil. Ha sido, en momentos, doloroso. Ha sido, también, por momentos, ilusionante. Pero desde Euskadi hemos sabido poner las luces largas cuando correspondía, mientras otros se quedan en las de posición, que sólo sirven para que te vean los demás.
Más que dejarnos ver, nosotros queríamos ver y queríamos proponer. Pero ha sido difícil hacerse oír entre tanto ruido. Porque es difícil competir con razones cuando se agitan tantas emociones. Es complicado repetir que las muescas de desigualdad que la crisis ha dejado visibles en la vida de tantos ciudadanos y ciudadanas no se iban a disimular con un reparatodo que quepa en 140 caracteres, ni con un día creativo para llenar un titular o abrir un informativo. Que la inercia y la desidia no eran una opción para quien tiene la responsabilidad de gobernar. Que la pasividad ante la oportunidad de cambiar las cosas era la mejor manera de que se retrasaran las respuestas reclamadas por tanta gente.
Es bueno recordar esto. Es bueno hacerlo porque en este año que acaba hubo en España un momento en el que estuvo al alcance de la mano propiciar un cambio de políticas. Un cambio que no sólo cambiara el rumbo de las políticas laborales que tanto han empobrecido a los trabajadores, que no sólo reforzara la sanidad y la educación públicas, que no sólo emprendiera iniciativas audaces para que a nadie le cortaran la luz o el gas por no poder pagar las facturas. Un cambio que, además, pretendía abrir una ventana cerrada para Euskadi: la del desbloqueo de las relaciones entre ambas Administraciones, la de la retirada de los recursos contra diversas leyes y contra las OPEs en la Ertzaintza, la de la actualización del Cupo desde el respeto al Concierto. Todo eso estuvo sobre la tribuna del Congreso en el mes de marzo. Y ante todo eso, los partidos que tenían en su mano enderezar el rumbo del país sacaron la calculadora electoral y, de nuevo, las esencias inmaculadas, y se inhibieron ante los ciudadanos. A nadie le salieron bien esas cuentas. Menos que a nadie, a los que esperaban respuestas inmediatas.
Otros, que también teníamos que citarnos ante las urnas, optamos por otras cosas. A pesar de las estridencias, aquí en Euskadi los socialistas nos habíamos volcado en la política. En la de verdad. En la que ha creado oportunidades de empleo, ha conseguido atender a varios cientos de familias que no disponían de una vivienda en la que alojarse o a las que no han cortado el suministro de luz y gas. La que se ha alejado de las esencias y se ha ido a lo esencial.
Porque las esencias, las verdades absolutas, el blanco o negro, el sí o no, el nosotros o vosotros tienen también apellidos claros en este año que acaba. Se llaman Brexit, se llaman Trump, se llaman una ultraderecha avanzando de forma preocupante por la Europa que fue del Bienestar, se llaman órdagos secesionistas que dividen a los ciudadanos, se llaman amenazas de llevar a los tribunales toda la acción política. Las esencias se olvidan de lo esencial: empleo, salarios dignos, mujeres libres, sanidad y educación públicas, solidaridad, igualdad.
También el PSOE ha caído en ese error en este año. En el error de distraerse de lo esencial para debatir sobre lo instrumental. En el error de dedicar un sábado entero a discutir sobre el quién en lugar del para qué. En el error de continuar sin seguir aclarando para qué y entreteniendo a los medios con el quién. Y no están los ciudadanos para perder el tiempo. Somos más necesarios que nunca, tanto como siempre. Y tenemos que volver a decirles con claridad cuáles son nuestras respuestas, después de que en los últimos años hayamos asistido al show de los indolentes, los esencialistas y los efectistas que impedían alternativas.
Ése es nuestro reto particular. Que cuanto antes dejemos de hablar de nosotros para hablar con los otros, con los que nos esperan fuera de las casas del pueblo y de las agrupaciones, para convencerles que el PSOE es el mejor aliado de quienes creen que un país es más fuerte cuando más fuertes son los ciudadanos. Y que sus ciudadanos son fuertes cuando tienen un empleo que les permite un salario con el que satisfacer sus necesidades básicas, cuando tienen una sanidad pública y una educación pública fuertes, cuando cuentan con una red de solidaridad que les protege cuando pasan un bache. Que todo eso se traduce en los principios que ha defendido el socialismo en sus 137 años: igualdad, justicia, solidaridad.
Para responder a esas necesidades está la política. Frente a quienes la desprecian, yo creo en la política. Porque es el instrumento que permitió transformar y modernizar España y Euskadi en el pasado, y es el instrumento para engancharnos al siglo XXI. Los socialistas hemos estado en el impulso de esas transformaciones y lo vamos a estar en la que tenemos por delante. Y queremos sumar a todos los que creen, como los socialistas, que el autogobierno es pacto y es responsabilidad, quienes creen en ese acuerdo entre diferentes para traducirlo en nuevos derechos y oportunidades.
Eso es lo que queremos plantear los socialistas vascos ante el Congreso del PSOE que queremos cuanto antes. Tenemos las ideas claras, porque en Euskadi las estamos llevando a cabo. Combinando las luces. Las de posición, para que se nos vea. Las cortas, para ver el tramo inmediato. Las largas, para prever lo que nos podemos encontrar un poco más allá. Y esas distintas luces vemos la imprescindible transformación de nuestra Administración, vemos los retos del envejecimiento, vemos a mujeres pendientes de ocupar el sitio que les corresponde en la economía y la sociedad, vemos una revolución industrial que va a incidir en el empleo y su calidad, vemos a trabajadores en paro que reclaman una nueva oportunidad, a jóvenes que reclaman la primera. Vemos la necesidad de que nuestro autogobierno sirva para ofrecer respuestas, y que lo haga con seguridad jurídica, sin injerencias y sin temeridades. Vemos la necesidad de afianzar la convivencia pendiente sobre irrenunciables bases éticas y con las víctimas como aliadas. Vemos lo que hemos plasmado en el acuerdo de gobernabilidad.
Lo primero que escribí al iniciar este año fue que los socialistas vascos estábamos entrenados para el acuerdo, y que nuestro empeño seguiría siendo utilizar toda nuestra fuerza, la que nos concedieran las urnas, para combatir la desigualdad, tender puentes con los vascos y vascas, y trasladar su agenda a la agenda institucional. No era un catálogo de buenos deseos. Era un compromiso sincero que hoy, al cierre de 2016, acompañada de todos los cargos públicos e internos y de las bases del PSE-EE, tengo el orgullo de haber cumplido. Hemos abierto un camino con la llave que nos han dado los ciudadanos. 2017 amanece con nuevos retos. Los socialistas vascos estamos de nuevo listos para afrontarlos.
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