Larga primavera

Larga primavera

…inor ez zapaltzeko gogoa,
zapalduak ez izatekoa,
hau da gure urguilua
altxor guztien iturria.

Oskorri cuenta una historia de las que llenan de magia el entorno de Gaztelugatxe. Ese rincón del mundo que esconde leyendas y tragedias. Ese paisaje sereno que ofrece el balcón de Matxitxako, al que me asomaré un año más para acompañar el recuerdo a quienes allí, en la mar, se entregaron a la defensa de la democracia y la libertad. A quienes en aquella batalla dieron comienzo en la larga primavera del 37 al relato trágico que simboliza la resistencia de civiles distintos que defendieron hasta el límite de sus fuerzas, con sus vidas, la República elegida por los ciudadanos. El relato del sufrimiento de miles de familias bombardeadas en Durango y Gernika esa misma dura primavera. El relato de las familias exiliadas, las refugiadas durante años como consecuencia de tanta crueldad.

Civiles distintos. Civiles que desde su diferente manera de entender Euskadi o España, sabían que había algo que les unía por encima de todo: la lucha por la libertad. Esto es lo que me contaban los milicianos que tanto me enseñaron cuando decidí que el PSE-EE era mi casa. Cómo los partidos, los sindicatos, las organizaciones leales a la República reclutaron entre los ciudadanos que compartían el mismo espíritu, el que también había hecho posible el primer Gobierno de Euskadi: el de la causa de la democracia, la libertad y la justicia como nexo entre nacionalistas y republicanos, entre socialistas y anarquistas. Los que compartieron los bous y la tragedia.

Milicianos enfrentados al fascismo y la paradoja. Porque eran ciudadanos unidos en la defensa de un país, la España que en la Constitución de 1931 se definió como “República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia” y que, en su artículo 6 renunciaba a la guerra “como instrumento de política nacional”. Comprometidos en defensa de un país que renunciaba a la guerra, tuvieron que dejar sus fábricas, sus barcos, sus campos, sus familias y coger las armas. Se pusieron al servicio de aquel Gobierno vasco nacido para proteger a todos, para dar servicio a todos, para asistir a quienes se quedaban y a quienes huían.

Es lo que nos reflejan las aguas frente a Matxitxako. Es el recuerdo de lo que ocurrió apenas un mes después en Durango. El de quienes sienten aún cada 26 de abril en Gernika las bombas que retumban, el fuego que arrasa. El de quienes pensaban que Artxanda iba a ser el muro que resistiría al fascismo hasta que la traición y la saña acabaran con la esperanza ya en junio de aquel mismo 37. Voluntarios comprometidos en una causa que tardó 40 años en ser posible. Ciudadanos aterrados que soportaron el miedo cuatro décadas. Los presos. Los esclavos del franquismo. Los que se exiliaron. Toda una generación que lo perdió todo por defender la vida en democracia y libertad. Condenada por eso.

Cada primavera se nos presenta una oportunidad, una fecha, para tenerlo presente. Lo necesitan quienes tienen aún en la memoria aquello que pudieron ver. Lo necesitamos quienes lo hemos conocido por quienes pudieron verlo. Lo necesitamos, estamos en deuda. Yo siento ese compromiso personal y político que, en todo lo que ha estado a mi alcance, he intentado aplicar. No sólo en presencias en actos de homenaje, sino en abrir puertas para que quien quiera saber, sepa. Para abrir desde el Gobierno vasco, como hicimos en 2010, el Portal de la Memoria, donde se pone nombres y apellidos a quienes murieron o fueron asesinados en la Guerra Civil y en los 40 años de represión. En ese impulso de recuperación de fosas que está permitiendo devolver a sus familiares los restos de un gudari, un miliciano, una baserritarra, los de un padre o una madre….

Y ya fuera del Gobierno, impulsando hace dos años un acuerdo unánime en el Parlamento para diseñar unos itinerarios de la memoria, que a finales del pasado año ha dado un primer impulso con el informe Senderos de la Memoria, un trabajo de base para que se sepa lo que pasó en tantos lugares donde se produjeron enfrentamientos bélicos, localidades que sufrieron bombardeos contra la población civil, hospitales, prisiones, y allí donde se utilizó el trabajo forzado durante la guerra y la postguerra.

Este domingo, desde el balcón de Matxitxako, podremos recordar de nuevo que uno de nuestros mayores tesoros es el de la voluntad de quienes no querían oprimir ni ser oprimidos, y que en aquella larga y dura primavera en esas aguas y en todos los pueblos de Euskadi sólo había ciudadanos que querían vivir en democracia y libertad.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Time limit is exhausted. Please reload CAPTCHA.

Pregúntame lo que quieras…

Idoia, en la red

                         

Archivos