Orgullo

Orgullo

Los ochenta fueron años donde se sembraron miedos que se superaron con luchas, imaginación y decisión política. Fueron los años del declive de nuestro modelo industrial, de la creación de bolsas de marginación, de la aparición del SIDA. Una generación que se abría a la vida y se encontraba con falta de expectativas, con riesgos desconocidos, con asomarse a un mundo peor que el que sus padres habían conseguido construir. Y esos temores los disiparon de dos formas: con la reivindicación de las ganas de vivir, que tuvo su reflejo más significativo en la movida; y con su voto, con la apuesta por el PSOE. Y éste le devolvió la confianza con alternativas económicas, con el ingreso en la UE, con la creación de una Educación Pública y con una Sanidad que se ocupó de aquellos que se enfrentaban a una enfermedad desconocida, mortal entonces, hoy una más entre las crónicas. Una intervención pública que es el gran orgullo de esta sociedad.

Porque sí, es un orgullo contar con un sistema público de salud que ofrece iguales oportunidades de ser atendidos cuando lo necesitan con independencia de creencias, ideologías, orígenes y, sobre todo, capacidad económica. Un sistema público que fue garantizado por un ministro socialista, reconocido por todos, Ernest Lluch, a través de la Ley que lleva su nombre. Hasta 1986 todos los ciudadanos no tenían derecho a la salud, sólo quienes se la pudieran pagar. Y un año después, fue un consejero socialista en el Gobierno vasco, José Manuel Freire, quien asumió el reto de utilizar las competencias propias y construir un sistema público novedoso, inédito en España, pionero en nuestro entorno, a imagen de los países más avanzados en derechos sociales. La tarjeta sanitaria, la libre elección de médico… lo que luego se extendió por todo el país comenzó aquí, en Euskadi.

Después vinieron los años de consolidación del sistema, de mejora de la gestión, de ampliación de servicios. Hasta que en la pasada legislatura, de nuevo con un consejero socialista al frente del área, se adoptó otra decisión estratégica: transformar el sistema, organizado para atender agudos, y adaptarlo a nuestra realidad demográfica y sanitaria, la de una sociedad que, gracias a todo lo hecho antes, vive más años y ha conseguido domar muchas enfermedades antes mortales para transformarse en crónicas.

Una de esas enfermedades es el SIDA. Junto con el cáncer, donde más logros se han alcanzado en tratamientos, aunque aún queda el reto de impedir que se propague. La ventaja es que se puede evitar, al menos en el mundo occidental, superados los remilgos culturales o religiosos que aún condicionan a otras sociedades, aunque de forma preocupante, a pesar del descenso del número de contagios, se sigan dando nuevos casos, en especial en el colectivo homosexual. La desventaja principal de la enfermedad, una vez que se consigue vigilar y tratar, es el estigma que aún le acompaña, y que debemos seguir combatiendo. Y ese combate es paralelo al de la defensa de lo público y a la defensa de los derechos individuales.

Hay una película que se ha podido ver este año en nuestros cines que refleja bien esa conexión entre las luchas sociales y las diferentes respuestas públicas. En Pride, los mineros a los que hacía oídos sordos la política arrasadora de Margaret Thatcher unen su lucha con la de quienes estaban marginados socialmente por ejercer su derecho a vivir su sexualidad como les parecía conveniente. Es un relato de superación de prejuicios y de creación de lazos de solidaridad entre quienes defienden causas justas en medio del aniquilamiento de los pilares en los que se sustentaba el Estado de Bienestar que se había ido construyendo en Europa tras la última gran guerra. Hay quien dice que hoy, treinta años después, en todas las derechas se mantiene ese mismo proyecto thatcheriano, y que la muestra más palpable está en quiénes han sido los paganos de la última crisis y las recetas que esos partidos neoliberales proponen para el futuro.

Frente a esa opción, y ante el Día Mundial del SIDA, los socialistas vascos queremos volver a reivindicar lo público. Queremos que nuestra sanidad pública siga a la vanguardia de la atención y de la investigación. Por eso nos hemos empeñado, contra el criterio del Gobierno vasco, en poner en marcha un centro de vanguardia, como Biocruces. Por eso nos empeñamos en aumentar los fondos para la investigación básica, como hemos logrado, contra el criterio del Gobierno de Urkullu, en los presupuestos de este año. Por eso reforzamos los recursos en Osakidetza. Por eso aumentamos fondos para atender a los enfermos de la Hepatitis C en todos sus niveles de desarrollo.

Porque es lo público, la atención a todos los pacientes sin distinción, lo que ha conseguido domar a una enfermedad que algunos quisieron atizar en su día en contra de las libertades individuales y de las ganas de disfrutar de la vida. Porque es lo que hemos logrado conquistar y consolidar con orgullo, con el mismo orgullo con el que lo queremos blindar para el futuro. Esa defensa de nuestra sanidad y de la investigación con la que debe trabajar de forma conjunta, y esa defensa de los derechos de todos los ciudadanos de elegir su forma de vivir debe ser una tarea conjunta que elimine la última barrera del estigma y del miedo.

2 thoughts on “Orgullo
Agus

Me gustaría enviar una reflexión sobre otro asunto directamente a Idoia Mendía.
Sabe alguien como?.
Mi correo es martxasa@arrakis.es
Gracias.
Agus

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