Queda menos. Estamos en un camino para reconstruir social y económicamente el país, y las vacunas han llegado para cimentar esa esperanza. Son las aliadas de nuestra salud y de la de quienes nos rodean, pero lo son también de las empresas y de las miles de trabajadoras y trabajadores que se empeñan en sacarlas adelante. Lo son de nuestro sistema público de sanidad, de sus profesionales, que son quienes nos han rescatado de la enfermedad y cada día se empeñan en mantenerla a raya. Lo son de nuestros mayores, que cada día nos dan una lección de responsabilidad y confianza. Y lo son de nuestros jóvenes, de quienes esperan su oportunidad para una vida digna. Las vacunas han sido las últimas en llegar a este camino para garantizar la salud, reconstruir social y económicamente a Euskadi y no dejar a nadie atrás. El compromiso socialista en 2020, el que en 2021 va a sentar las bases de la Euskadi cohesionada por la que trabajamos.
No quiero hacer balances sobre este año que tantos adjetivos ha merecido, y ninguno bueno. Yo me quiero quedar con lo que de verdad ha quedado. El valor de lo público, tan denostado por demasiada gente que ahora incluso implora una intervención masiva en todo ámbito privado como única garantía de salvación. Sí, era lo público, con todas sus carencias, con todas sus necesidades de mejora, lo que tanto había costado construir y lo que tan imprescindible ha resultado ser, lo que nos ha ofrecido el colchón en la salud, en lo educativo, en lo económico. Sí, era ese despreciado endeudamiento por el que tanto nos acusaron hace una década a los socialistas el que ahora se revela como una necesidad incontestable para sostener la Euskadi que queremos.
También nos ha quedado el valor de la solidaridad. El admitir que somos poco si no conseguimos preservar al vecino con dificultades, al compañero de trabajo que no protegemos si prescindimos de la mascarilla, a quien nos atiende en la frutería y en la carnicería, a tantos invisibles que en este año hemos visto como imprescindibles. Y el valor de la cooperación. Saber que solos no salimos. Que los gobiernos necesitamos a los alcaldes y concejales, a los diputados forales. Que el de España necesita al de Euskadi, y el de Euskadi al de España. Y que Europa nos resulta imprescindible. Hoy no tendríamos vacunas sin Europa. Y hoy no tendríamos un proyecto para una generación sin Europa.
Podemos perdernos en nuestros juegos tradicionales. Podemos seguir refugiados en el pasado, en cómo era la política hace once meses, en cómo todo era un juego de estrategias de plazo corto y titular largo. Pero llegará el momento en que sepamos tener la mirada histórica que esta situación merece. Porque nunca antes nadie hemos conocido una situación así. Nunca antes el despliegue de recursos para ofrecer un colchón social y un proyecto de futuro, una gestión del presente y una preparación para el mañana, como siempre nos recomendó Ramón Rubial. Nunca antes la comunidad científica había realizado un esfuerzo tan descomunal de investigación y colaboración para poner coto a una pandemia. Nunca antes una colaboración europea de este calibre.
Y si lo veo en alguien con claridad es cada vez que escucho a los mayores. A quienes han padecido esta pandemia con más dolor. A quienes saben y, piensen lo que piensen, voten a quien voten, conocen el mundo en el que no había vacunas, en el que no había un sistema público de salud. A quienes con lágrimas en los ojos han pedido a sus hijos y nietos que estas navidades no toca juntarse, que no quieren ir a sus casas ni que entren en las suyas. Que esperan en medio de tanta soledad esta inyección de esperanza, porque saben que de eso depende que vuelvan los abrazos y las reuniones familiares.
Eso es lo que me importa de este año. Con el recuerdo doloroso de todas las personas que han muerto en soledad, que han sobrevivido en soledad, espantando sus miedos. Es lo que me importa de un año en el que he visto colarse el virus de la pandemia en mi casa, el de la intolerancia en la puerta de mi portal y el del sectarismo en los parlamentos. Al virus del COVID le vencemos con profesionales sanitarios y la vacuna que se está recibiendo con tanta emoción. Al de la intolerancia, con diálogo abierto y sin complejos, como es obligado en una sociedad plural. Al del sectarismo, con serenidad y estabilidad política.
Ésas son las razones por la que decidí que ponerme en primera línea, con todos los riesgos, para sacar a este país adelante. Sin despistarnos, sin perder el tiempo ni desgastar las palabras. Reconstruyendo Euskadi, que es lo que los socialistas le dijimos a los vascos que haríamos. Nos votaran o no, para todas y todos. Es por lo que soy vicelehendakari, porque soy Secretaria General de los socialistas vascos. De un partido que quiere ser protagonista de este rescate de los vascos. Como están el presidente y los tres secretarios territoriales: en el Gobierno, en el ayuntamiento, en la Diputación o en el Parlamento. Una oportunidad de protagonismo al que se pueden sumar en los presupuestos quienes de verdad quieran sacar adelante el país. Para salir juntos y para salir todas y todos.
Es así como seguimos haciendo un proyecto en el que confiar. Y si algo necesita la ciudadanía es razones para confiar. En la ciencia. En los profesionales sanitarios. En los docentes. En los agentes sociales. En sus Gobiernos. En todos los que juntos, sin distracciones, estamos centrados en reconstruir este país, desde los municipios hasta Europa. En todos ellos se encontrará siempre a un socialista sembrando esperanza y acuerdo, aportando soluciones. A pesar de todo. Es la mirada con la que nos asomamos a un 2021 que va a ser duro, pero que nos ofrece sobre todo muchas razones para la esperanza. Estamos en el camino.
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