Fuego en el aire

Fuego en el aire

Ninguna persona ha nacido preparada para las despedidas. Al menos, yo no lo estoy.

Las tragedias familiares me provocan honda desazón (a quién no), la ceguera terrorista ha salpicado mi existencia de dramas innecesarios y abril siempre me lleva a reflexionar sobre el (sin)sentido de la guerra.

Acudo estos días a Elgeta, a Gernika, a Durango, a poblaciones que en 1937 fueron devastadas y, aunque el silbido de los proyectiles ya es inaudible, como el motor de unos aviones que sembraron de muerte y fuego nuestra tierra, como el tañido de las campanas en desesperada señal de alarma, las imágenes permanecen.

Aunque nuestros mecanismos de defensa nos empujen a querer olvidar, pasar página, resulta imposible borrar el recuerdo de tantas víctimas. Hace 75 años (casi 76 en el caso de Ochandiano) nuestras calles y nuestros espléndidos montes, en blanco y negro en la retina de nuestra memoria, se llenaron de escombros,de explosiones, de llamaradas, de siniestras polvaredas y humaredas, de llanto, de dolor, de gente inocente corriendo asustada, impotente. Impresiona escuchar a los supervivientes.

No lo olvidamos. Es terca la memoria. Terca y necesaria. Que ningún desalmado nos robe el mes de abril. Ni ningún otro.

Pregúntame lo que quieras…

Idoia, en la red

                         

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