Memoria siempreviva

Primero sembrar para luego cosechar. Hace diez años desde el Gobierno vasco empezamos a sembrar por los ayuntamientos la siempreviva, la flor perenne, como símbolo que recuerde a todos los que faltan porque fueron injustamente asesinados. La empezamos a extender por los municipios. Luego decidimos buscar un día en el calendario en el que nadie tuviera que llorar en un cementerio el aniversario de esa injusta ausencia para llenar esa fecha de memoria. Diez años después, hemos visto el final del último reducto terrorista. Pero no queremos que ese final diluya el dolor en tantos hogares, y recuperamos la siempreviva como una necesidad de rearme ético de la sociedad vasca.

Porque Euskadi no estaba condenada al terror, y conseguimos vencerlo, y no está condenada al olvido, y conseguiremos vencer ese afán por pretender diluir responsabilidades y por reescribir la historia y ocultar la verdad. Aquí no hay batalla del relato, hay una batalla porque se sepa la verdad. Y la verdad es que hubo vascos que decidieron matar y perseguir, y que se organizaron para exterminar a quien no compartiera su visión de país. No se vieron obligados a reaccionar a una dictadura ni a ningún estado opresor ni a ninguna limitación de nada. Quienes fueron duramente represaliados en la dictadura, como Ramón Rubial, demostraron que al totalitarismo se le vence con democracia, no con violencia. Pero además, ETA redobló su crueldad precisamente cuando España recuperaba la libertad y Euskadi recuperaba sus instituciones de autogobierno.

Es una obviedad que conviene repetir en estos momentos en los que algunos están dedicando todos sus esfuerzos para ocultar la inmensa y trágica responsabilidad de ETA, para que nuestra juventud desconozca el drama que se ha vivido en tantos hogares vascos durante cinco décadas por quienes decidieron matar y se vieron obligados a dejar de matar. Esto es algo que deberían conocer bien nuestros jóvenes. No sólo que no hay razón ética para despojar de dignidad humana a nadie, sino que había una alternativa a la dictadura con la democracia y la pluralidad. La alternativa de Rubial, la decisión de no matar, la vemos en cosas prácticas, porque fue la que hizo posible nuestra sanidad y educación públicas, nuestro autogobierno, la extensión del euskera. La opción de ETA, la decisión de matar, sólo se encuentra en los cementerios.

Ante esos intentos, necesitamos una memoria activa e inclusiva. Una memoria que no aspire a ser neutral, que no se limite a decir que matar estuvo mal. Que reconozca que todas las víctimas sean iguales en su sufrimiento y merecen el reconocimiento de todas las instituciones y de todos los partidos. Que se extienda a todos los agentes sociales y económicos, para que con una sola voz digamos sin tapujos que no olvidamos. Que sabemos el daño injusto que causó ETA, y que contó con el apoyo social y político suficiente como para pervivir medio siglo. Que sabemos del dolor injusto que causaron los GAL, BVE, ATE y otros grupos terroristas. Del sufrido por quienes padecieron abusos por excesos policiales. Que todas las víctimas sepan que nos comprometemos en no olvidar, en que se sepa la verdad y en repararles.

Ése es el compromiso nítido del PSE-EE. Lo era hace diez años, cuando aún persistía el último reducto terrorista en Euskadi. Lo es hoy, cuando hemos logrado vencer la amenaza y el miedo. Ahora, tenemos que ser capaces de vencer a otros miedos que atenazan a la sociedad, los que provoca la pandemia. Pero esta tarea no puede anular el gran reto pendiente y diferencial que tenemos como sociedad: admitir que matar, extorsionar, perseguir, amenazar, secuestrar y torturar está y estuvo mal, es y fue injusto. Es lo que empezamos a sembrar en un Gobierno hace una década, es la base ética en la que se sustenta el Gobierno al que pertenezco ahora en representación del socialismo vasco. Para que cosechemos una sociedad decente, en la que nadie encuentre una explicación, ni justificación ni contexto que dé sentido a la vulneración de los derechos a la vida ni la dignidad humana, a cualquier intento de aniquilar la pluralidad. Por eso es necesaria una memoria siempreviva.

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