La legislatura de Rajoy ha dejado muchas heridas. Sociales y políticas. Hemos dedicado las semanas de campaña a describir esa huella de desigualdad. Y los ciudadanos han respaldado de forma claramente mayoritaria a fuerzas políticas que han dicho querer acabar con esa etapa negra de nuestra historia reciente. Poner fin a los repagos farmacéuticos, a la reforma laboral, a la falta de alternativas en vivienda, a la pobreza energética, a la falta de protección a las mujeres agredidas, al empobrecimiento de pensionistas y trabajadores, a la corrupción. Pero los ciudadanos han votado también para poner fin al legado político de Rajoy. Al legado de la imposición, de la prepotencia, de la falta de diálogo. Esa huella que tantas heridas ha dejado en las relaciones entre los representantes de los partidos y de los agentes sociales.
La responsabilidad de esta situación de desconfianza es del PP y del todavía presidente del Gobierno. Quien ha desoído de forma permanente los llamamientos a los grandes pactos educativos, sanitarios, contra la violencia de género o para sentar las bases de una reforma constitucional no puede arrojar ahora la piedra del sentido de Estado al único partido, el PSOE, que ha dado muestras de tenerlo a pesar de padecer la incomprensión del que no ha entendido que la mayoría absoluta no podía usarse como la imposición absoluta. Porque aquella mayoría no le concedía patente de corso para gestionar España como un cortijo. Ahora, sin ella, menos. Se acabó su tiempo de exigir sacrificios a todos menos al PP. Que deje de mirar a los socialistas, y que busque entre los 137 diputados y diputadas restantes cuántos hay dispuestos a volver a poner en manos de Mariano Rajoy el destino de todos los españoles.
Si no lo encuentra, el PP deberá preguntarse por qué. Y si el PSOE en ese momento toma la iniciativa que le corresponde y sí logra lo que el PP no puede, también habrá que preguntarse por qué. La respuesta se puede adelantar: si se logra esa alternativa será porque otros partidos sí consideran que Pedro Sánchez y el conjunto del socialismo ha demostrado con creces en toda su historia la capacidad de trabar complicidades con los diferentes para presentar una propuesta de progreso compartido, plural, diverso. Un proyecto de consensos que han propiciado las grandes transformaciones del país.
Esa misma capacidad se ha reflejado en la constitución de las Cortes. Ha sido la primera batalla perdida del PP fruto de su propia herencia. Ha sido la primera batalla ganada por quienes queremos dar la vuelta a este país. Y, además, se ha ganado esa batalla poniendo al frente del Congreso a un socialista vasco, a Patxi López, alguien que tanto sabe de buscar lo que une frente a lo que separa. Lo repitió en su discurso del miércoles quien tanto ha trabajado por unir dentro de casa, en la casa socialista, y de unir y sumar fuera con los otros, con los que piensan distinto, que es con quienes hay que tejer la red que permita el proyecto común decente y plural por el que venimos apostando los socialistas.
Lo ocurrido en el Congreso es la confirmación de la historia de nuestro partido. Porque los socialistas estamos entrenados para el acuerdo. Lo hemos cultivado siempre, con diferentes, porque siempre hemos reconocido la diversidad, la hemos sabido incorporar a una tarea común compartida. Y aquí, en Euskadi, sabemos especialmente de esto. Estuvimos en la misma construcción de Euskadi, en el consenso alcanzado en el 36. Estuvimos cuando recuperamos la democracia con el nuevo Estatuto de Gernika. Estuvimos en los grandes acuerdos para desarrollar nuestra sanidad, nuestra educación, nuestro sistema de protección social, la normalización lingüística. Estuvimos en los grandes acuerdos que pusieron fin al asesinato, la amenaza y la extorsión terrorista. En los acuerdos que utilizan nuestros instrumentos de autogobierno para impedir que la crisis deje a nadie abandonado.
Los socialistas vascos sabemos mucho de asumir retos, tejer complicidades y espantar miedos. Sabemos hacerlo desde los bancos del Gobierno o desde los escaños de la oposición. Y ésa es la encomienda de la Ejecutiva que dirijo desde hace quince meses: utilizar toda nuestra fuerza, la que nos concedan las urnas, para combatir la desigualdad, tender puentes con los vascos y vascas, y trasladar su agenda a la agenda institucional. Es lo que estamos conquistando día a día en nuestro trabajo en Ayuntamientos, Diputaciones o Parlamento, con igual guía de actuación en todas partes, acordando con diferentes en todas ellas. Desde Euskadi aportamos nuestra experiencia, la de haber impedido contra viento y marea que los recortes y las patrias se llevaran por delante a los vascos y su dignidad. Es posible ofrecer siempre un proyecto de estabilidad y sensatez.
Al ser elegida Secretaria General, pedí a mi partido que se centre en esa tarea y se aleje de distracciones. De las que plantea el nacionalismo, y también de las internas. Porque ya hemos hecho nuestro trabajo hacia dentro, desde 2012, con el Congreso en el que empezamos a renovar equipos y actualizar nuestra propuesta a los ciudadanos, pasando por la Conferencia Política hasta el nuevo liderazgo en el partido con el sistema más abierto y participativo que jamás haya tenido ningún partido político en España. Y la senda es la correcta, aunque ese cambio de formas y puesta al día en contenidos no ha dado aún el resultado que nos habría gustado: ganar las últimas elecciones generales. Pero sí consiguió empezar a recuperar la mejor herramienta que tenemos los socialistas para cambiar la realidad, la que, como decía Ramón Rubial, te ofrece el Boletín Oficial. Es una tarea ardua, pero hemos ido dando cuenta de nuestra capacidad de resistir y ganar espacios, enfrentándonos a nuevos retos, a nuevos rivales.
Ésa es la vía. Ahora todos sin excepción ponen sus ojos sobre el PSOE, porque saben que somos determinantes, porque saben que somos decisivos, que en nuestra mano está la fuerza para acabar con las políticas de Rajoy. Ninguno podemos aventurar hoy el desenlace final. Pero hemos marcado una hoja de ruta con un respaldo casi unánime de nuestro Comité Federal. Corresponde al PP buscar apoyos en un escenario que ese mismo partido ha sembrado de minas durante sus cuatro años de prepotencia, y no puede encontrar nuestro respaldo, porque nosotros queremos rehacer todo lo que Rajoy ha deshecho. Si fracasa, será responsabilidad de Pedro Sánchez poner la agenda socialista sobre la mesa, una agenda de recuperación de derechos y que preserva el proyecto común y colaborativo de la España plural y diversa. Para ello el camino correcto es el de las propuestas de diálogo, la búsqueda de acuerdos, el alejamiento del victimismo como única oferta a los ciudadanos, y el compromiso de una reforma integral de nuestro entramado constitucional para blindar derechos sociales, garantizar su financiación y solucionar los desajustes territoriales respetando las singularidades. Y será responsabilidad de todos los partidos que han prometido a los ciudadanos cambiar el país decidir si cumplen la palabra dada a los ciudadanos. Los socialistas hemos puesto ya un plan para actuar de inmediato, lo hemos registrado esta misma semana en varias iniciativas. Sobre ese plan habrá que coser acuerdos, que apelan a todos los que estén en la misma causa. Nosotros ya hemos demostrado que estamos entrenados para el acuerdo.
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