El nacimiento de Euskadi

El nacimiento de Euskadi

“Con arreglo a la Constitución de la República y al presente Estatuto Álava, Guipúzcoa, y Vizcaya se constituyen en región autónoma, dentro del Estado español, adoptando la denominación de «País Vasco»”. Así nació Euskadi, el 1 de octubre de 1936, entre la aclamación del centenar de diputados que había en las Cortes con el fondo del grito de “Viva el Estatuto Vasco”, que salió por boca una luchadora vasca comprometida, Dolores Ibárruri. Fue el resultado del camino ofrecido por los socialistas, el camino del acuerdo entre vascos y de estos con el conjunto de las instituciones democráticas de España, que reconociera las demandas de autogobierno y asumiera los principios de justicia social.

Porque fue ese día, en el que las bombas y los tiros arrasaban España tras el alzamiento fascista

que mes y medio antes encabezó Franco, cuando por primera vez los representantes vascos de distintas provincias dejaron atrás reivindicaciones de parte y añoranzas de tiempos forales que no cabían en un país que aspiraba a engancharse al siglo XX desde valores de libertad y pluralidad, y construyeron por primera vez en su historia una comunidad política con ansias de progreso y bienestar.

Llegar a aquel día, alcanzar en los siguientes bajo el árbol de Gernika la constitución del primer Gobierno de Euskadi y gestionar el territorio no ocupado durante la guerra fue el fruto de un esfuerzo conjunto, en el que los diferentes, las diferentes formas de sentirse vasco y de fijar prioridades, llegaron a un punto común. Los intentos anteriores habían fracasado, porque los máximos de partido, el ideario original, habían pesado más que el reconocimiento de quienes tenían otras urgencias.

Siempre lo recordamos, y es bueno volver a hacerlo. Cuando el siglo XIX dejaba atrás los últimos vestigios del régimen feudal y se enfrentaba a la primera revolución industrial, en Euskadi nació un partido para atender la nueva realidad, el PSOE, con la aspiración de corregir los desmanes del irreversible proceso de modernización. Después nació otro partido, el PNV, con la aspiración de evitar que se perdiera la pureza de la raza y que soñaba con el paraíso perdido.

Ambos partidos crecieron sobre esos principios que les alumbraron, en líneas paralelas. Los socialistas atendían las demandas de un sector de la sociedad vasca en la que estaban plenamente enraizados y rechazaban los excesos aranistas, mientras los nacionalistas insistían en que la realidad política se asemejara a su unívoca visión del país. De ahí los fracasos de cada intento previo que hubo en los años 30 por contar con un Estatuto. Y fue un asturiano de Bilbao, un bilbaíno nacido en Asturias, un diputado elegido por la circunscripción de Bilbao, el socialista Indalecio Prieto, quien tendió la mano e hizo posible el encuentro con otro diputado vasco, el nacionalista José Antonio Aguirre. Prieto ofreció un texto corto, sintético y funcional, de 14 artículos y cuatro disposiciones transitorias, en el que se resumía lo fundamental: la voluntad de conformar una comunidad compartida entre vascos de diferentes provincias, la distribución de competencias y el respeto a la legalidad.

Una propuesta socialista que fue atendida por Aguirre con un discurso en el que, defendiendo sus posiciones propias, reconocía expresamente al rival político y asumía el compromiso social que tenía la República española. El 7 de octubre Aguirre se convertía en el primer lehendakari de Euskadi y formó un Gobierno en el que participaron todas esas fuerzas a las que poco antes su partido consideraba enemigas de los intereses de los vascos. Y aquel Gobierno, según define el profesor José Luis de la Granja, convirtió a Euskadi en “una especie de oasis dentro de la España republicana”. Y se marcaron hechos diferenciales, caracterizados, entre otras cosas, por “un pluralismo mayor que en las dos zonas beligerantes y una justicia moderada en su actuación”.

Todo esto ocurrió hace ahora 79 años. La historia no está para añorar. Está para aprender. Para saber lo que funciona y lo que no. Para no repetir errores y emular los aciertos si las circunstancias lo permiten. La principal lección en este caso, es que los grandes acuerdos, las aspiraciones de progreso, sólo se construyen desde el reconocimiento mutuo, desde la asunción de las diferencias, desde el respeto a la legalidad, desde los principios de libertad y justicia

La fórmula se repitió en el 79. Y es la que se debe ensayar ante los nuevos retos a los que nos debemos enfrentar. No inventando artificios lingüísticos o jurídicos. Con ganas de sumar. Así lo entendieron los socialistas en el 36. Así en el principio de la actual democracia. Y así lo entendemos los socialistas en 2015, comprometidos en mejorar nuestro autogobierno para reforzar los derechos sociales, desde el consenso, la legalidad y de forma solidaria con el resto de España. Es como nació Euskadi y el camino que nos proponemos seguir.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Time limit is exhausted. Please reload CAPTCHA.

Pregúntame lo que quieras…

Idoia, en la red

                         

Archivos