Ansiedad

Ansiedad

Cada día de esfuerzo conjunto, cada día de resultados gracias a ese esfuerzo, genera ansiedad. Ansiedad por salir, por pasear, por respirar junto al mar, por celebrar todo lo que hemos ido dejando pendiente, por volver a juntarnos todo lo que sea posible. Y es natural. Pero los responsables políticos, estemos donde estemos, en Gobiernos y en oposición, debemos saber encauzarlas. Para que las emociones que se viven en tantos hogares, para que las esperanzas que queremos tener todos, no se confundan con los retos a los que tenemos que responder desde la serenidad política.

Y estos días que vivimos son muy propicios para alimentar esas emociones, esa parte más íntima de cada cual, y transformarlas en un impulso colectivo. Así lo hemos ido haciendo con el confinamiento asumido con enorme sentido de la disciplina, de la asunción de la responsabilidad de todos y cada uno de nosotros, como primer paso para aliviar al sistema sanitario, para dar un respiro a sus profesionales, para dar tiempo a los investigadores a encontrar un remedio urgente y una vacuna para después.

Hemos sabido responder todos a este desafío colectivo planteado por el presidente Pedro Sánchez hace casi un mes, con una medida que supone una restricción de nuestra libertad. Y bien sabemos los socialistas en general, muy especialmente los socialistas vascos, lo que nos ha costado conseguir esa libertad, la posibilidad de salir de nuestras casas cuando quisiéramos y a donde quisiéramos sin que eso supusiese un riesgo para nuestras vidas, las de nuestras familias ni la de nuestros amigos. Pero con esa dolorosa decisión se querían limitar al máximo otras consecuencias, mucho más dolorosas de las que ya sufrimos. Así que tenemos razones añadidas también que confiar en que esa libertad la volveremos a disfrutar pronto.

Pero hablaba de las emociones, de las que producen el esfuerzo colectivo por una causa común, y que se comparten cada tarde desde tantos decenas de miles de balcones y de ventanas, sin necesidad de identificarse, sin necesidad de banderas. Ése es el esfuerzo que empieza a dar frutos, y en el que tendremos que seguir implicados para evitar dar pasos atrás en esta primera batalla que estamos ganando al virus.

Luego hay otras emociones no compartidas por todos. Respetables, reflejo de la sociedad plural en la que vivimos, y desde luego en la que yo quiero seguir viviendo. La Semana Santa es época siempre de intensidad religiosa para muchos vascos, de intensidad patriótica también para muchos en el Domingo de Resurrección. Y siempre he sido muy respetuosa con estas emociones particulares que están tan presentes en Euskadi, mientras nadie pretenda imponerlas, mientras se sepa que son propias y no tienen que ser necesariamente compartidas, son respetables. Mientras nadie pretenda hacernos sentirnos como un pueblo elegido, porque ya vemos que los vascos no hemos sido tocados por un dedo divino que nos libre de los males, tampoco lo va a ser para salir solos de lo que nos queda por delante.

Yo me quedo con que, más allá de unos la confianza en la fe o en la patria, todos confiamos en los profesionales de la sanidad pública. Porque es ese espacio de lo público, el espacio donde cabemos todos y todas, recen a quien recen y esgriman la bandera que esgriman, el que teje la red de seguridad que nos da cobijo sin exclusiones. Ninguna religión, ninguna bandera, sean ikurriñas o rojigualdas, pueden nada sin un sistema público fuerte, sin medidas de protección para que nadie quede atrás, sin un nuevo impulso compartido entre empresas, trabajadores y Gobiernos. Y dentro de ese impulso compartido, cada cual se sentirá como se quiera, como antes.

Y es algo que, como vemos ahora con más fuerza, nos une más al resto de la humanidad. Como dejó dicho Tomás Meabe, que, al igual que yo, venía de conocer muy bien el nacionalismo y por eso se implicó en el socialismo, mi patria empieza en mí y termina en ninguna parte. Empieza en mi casa, en mi familia, y se extiende a esos miles de millones de personas, media humanidad, que como nosotros viven confinadas luchando contra la pandemia y sus consecuencias. La de esa otra mitad de la humanidad que no está confinada y de la que nada estamos sabiendo.

Esa sigue siendo mi convicción y la de mi partido. Que el futuro nuestro, el más cercano, el de los vascos, está ligado a que tenga el mismo éxito el resto de España y Europa, que es donde nuestras empresas venden sus productos, de la que depende la prosperidad de los trabajadores. Que se abra un tiempo en el que entendamos más que nos necesitamos, y nos necesitamos libres, iguales, solidarios, corresponsables. Y que fuera de ese espacio común, la exaltación de emociones es el terreno donde mejor se mueven quienes en política se impulsan precisamente por emociones contrarias. De quienes se aprovechan de las debilidades para atacar las bases en las que se fundamenta una sociedad plural y democrática. No olvidemos tampoco esta lección, de algo tan pequeño y que nos suena tan lejano como este virus puede trastocar toda nuestra vida. No le dejemos que penetre también en la política.

Así que los socialistas vamos a seguir mimando los espacios de encuentro, pluralidad y convivencia. Sin dejarnos arrastrar por las emociones y por la ansiedad de estos días. Vamos a seguir manteniendo la calma y la serenidad, la que hemos ido cultivando estos años, y la que va a ser imprescindible para todo lo que tenemos por delante en cuanto salgamos de la emergencia. Para seguir colaborando, para salir juntos, para salir todos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Time limit is exhausted. Please reload CAPTCHA.

Pregúntame lo que quieras…

Idoia, en la red

                         

Archivos