40 años de democracia desde abajo

40 años de democracia desde abajo

Me acordaba de cuando compartimos calles para repartir propaganda. Luis Ortiz Alfau, un superviviente de la Guerra en la que combatió en favor de la legalidad republicana, un superviviente del bombardeo de Gernika, un superviviente de tres campos de concentración, decidió con 94 años formar parte de las listas socialistas cuando ETA mataba a quienes se atrevían a ejercer su libertad. Y decidió además salir a la calle a defender esa candidatura, a convencer a la ciudadanía de qué era lo que creía mejor para Bilbao.

Tuve la oportunidad de compartir aquella campaña con él, y lo recordaba hace unas semanas, cuando fui a su funeral. Pensaba en las convicciones que llevan a alguien que ha pasado tanto a no dar una batalla por perdida, a no dejar de militar en la democracia y en la libertad. La que una generación como la suya logró conquistar para todos, la que les permitió volver a tener la oportunidad de volver a votar unos ayuntamientos democráticos hoy hace 40 años.

Ésta es una fecha especial, para no olvidar, ahora que tenemos nuevas citas con las urnas, cuando tanta gente siente pereza por ejercer ese derecho al voto que tanto costó recuperar, que es en los ayuntamientos donde se empieza a construir democracia. Porque no hay democracia si no se atienden las necesidades más elementales de la ciudadanía: la sanidad, la educación, la vivienda, unos ingresos dignos.  Y son los ayuntamientos la primera puerta a la que acude esa ciudadanía. La primera ventanilla que atiende problemas, que encauza las necesidades para que se puedan resolver.

Es nuestra vocación más esencial, nuestro ADN. Porque el socialismo empezó a construir derechos y libertades cuando en 1891 un obrero, consiguió la primera acta en un ayuntamiento en toda España. Fue en Bilbao, y fue en ese momento cuando el socialismo, nacido doce años antes, empezó a convertir en realidad el ansia de solidaridad, igualdad, justicia social y libertad. Cuando se empezaron a romper las brechas de los derechos políticos, que cavaban una sima entre los de arriba y los de abajo. Las inmensas brechas de derechos sociales, porque desde los ayuntamientos comenzaron a garantizarse los elementos de subsistencia, en la salud, en la educación de las mujeres. 

Desde abajo, desde lo más cercano, el socialismo se empezó a abrir camino para dar la vuelta al país desde cada calle, desde cada pueblo, desde cada gobierno, hasta convertirse en la columna vertebral que explica la transformación social de España y Euskadi en el último siglo. Abrimos una vía que sólo pudo cegar la dictadura: la presencia donde se toman decisiones, la que hace la revolución desde las instituciones, desde el Boletín Oficial como nos invitaba a hacer Ramón Rubial.

Y es que, como nos explicaba también Txiki Benegas, la tarea de nuestro partido es atender a las cosas que más afectan a lo cotidiano, al día a día de la gente, las que arman su realidad más inmediata. Es el socialismo de lo pequeño el que resuelve la vida diaria de millones de personas. Es desde lo cotidiano donde el socialismo demuestra su eficacia, donde hacemos que nuestros valores alcancen a cada hombre y cada mujer. Y, a partir de lo pequeño, pegados a cada calle y cada barrio, a cada pueblo y cada ciudad, es desde donde construimos democracia, derechos y libertades. Es nuestra razón de ser, lo que nos ha seguido moviendo en esta tierra, lo que explica que seamos el partido de mayor arraigo en Euskadi. Y es lo que explica que el terrorismo no consiguiera expulsarnos.

Porque hoy hace 40 años que la ciudadanía recuperó el derecho a votar en sus pueblos a quien quisiera, sin más límite que su voluntad. Pero este año se cumplen también cuarenta desde que ETA matara por primera vez a un militante socialista, Germán González. Que lo asesinaran tras haber conseguido aprobar una Constitución y un Estatuto que nos sacaba de la época oscura de la dictadura, que nos abría el tiempo de la esperanza.

Sí. Cuando el socialismo celebraba con el resto de los demócratas dejar atrás la dictadura franquista, ETA se erigió en la amenaza a ese gran proyecto que nuestros mayores soportaron con cárcel y represión. ETA se erigió en el guardián de las esencias totalitarias. Y se empeñó en acosar e intentar impedir que nuestros concejales pudieran representar a quienes les votaban. Todavía eso nos duró varias décadas más.

Así que este aniversario redondo del municipalismo democrático es para el socialismo vasco un doble motivo de celebración. Hoy quiero reivindicar con orgullo que lo mejor de la política ha estado en estos alcaldes y concejales que hicieron posible el gran sueño de la libertad. Reivindico a la infantería de la democracia. A quienes dedicaron lo mejor de sus años y lo mejor de sus vidas para poner aceras y farolas, para hacer planes de empleo, para levantar un sistema de servicios sociales y para, además de todo eso, construir una Euskadi libre.

Hoy quiero reconocer y reivindicar a los obreros, comerciantes, docentes, abogados, médicos, jardineros, marinos, activistas sociales, agricultores.. que dieron el paso para que allí donde una sola persona defendiera un proyecto de progreso tuviera la oportunidad de votar. A quienes garantizaron la libertad de elección de todos los ciudadanos a cambio de que su propia libertad personal, toda su vida privada, quedara secuestrada.

Hoy quiero que quede bien grabada esta lección de democracia. La de los hombres y mujeres que se pusieron al servicio de la ciudadanía sin sueldos, sin más privilegio que el que sienten en su conciencia las personas con compromiso público, principios y ética. No hay nada heroico en que un concejal elegido por sus vecinos no sepa si, al salir de casa por la mañana, volverá a ver a su familia. Lo que hay es una firme convicción de que nadie puede decidir la aniquilación física ni la expulsión de su propia tierra de aquellos que piensan de otra forma.  Conquistamos el derecho a que sea sólo el voto de cada ciudadano en las urnas el que ponga o quite representantes. Nada más. Por eso, cuando recordamos a los ausentes, sentimos el mayor orgullo que se puede sentir desde el servicio público: hacer posible un país en el que quepamos todos.

Cuarenta años después siguen asomando, con demasiada fuerza, los discursos excluyentes.  Por eso de nuevo, como en otros momentos de la historia, tenemos que reforzar nuestra presencia en todos los Ayuntamientos. Hoy desde lo más cercano nos preparamos para acompañar la nueva etapa de progreso, dignidad y derechos que queremos consolidar  en el conjunto de España. Desde lo más próximo hasta el último lugar en el que se tome una decisión que afecte a la vida de la gente, desde los municipios a diputaciones, Gobierno Vasco, Gobierno de España y la propia Europa. Ahí sigue la causa democrática por la que tanto dieron quienes nos precedieron, la que tenemos que seguir construyendo desde abajo.

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